martes, 21 de junio de 2011

¡VIVA RIERA!!

¡VIVA RIERA!!
Se puede decir que este es el grito de guerra de los Sierraalta. Recuerdo cuando en Coro  mi papá gritaba ¡VIVA RIERA!, como protesta y desahogo por su oposición a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
         Por el comienzo del año 1.899, cuando estaba en el poder el Presidente Ignacio Andrade, se vivía en Venezuela un clima de agitación política y en cada zona del país existía un caudillo que levantaba al pueblo en armas; tales como lo hicieron  Rolando, Riera, Juárez, Peñaloza y Morales al conocerse la noticia de la muerte de Joaquín Crespo en Mata Carmelera, estado Cojedes.
En el Estado Falcón estaba el General Juan Sierraalta Tinoco, Jefe del Estado Mayor  del General Gregorio Segundo Riera, quien luchaba para derrotar al gobierno centralista y del Partido Liberal Amarillo de Ignacio Andrade. Por otra parte el Mocho Hernández lo hacía por el sur-occidente del país.
Pues sí, Papá Juan tenía sus hombres dispuestos a todo lo que se le comandaba, serian unos 200, la mayoría paraguaneros, que le debían lealtad y respecto. Pero a veces no todo era color de rosa; en muchas ocasiones  las pasaba negras para pagar y alimentar a la tropa. Sobre todo en la época de recesión en donde no había trabajo, ni dinero, mucho menos comida.
Así que muchas veces estos hombres del General estuvieron a punto de disgregarse, pero el mando y temple de Papá Juan los mantuvo unidos y pudieron salir adelante en sus luchas libertadoras.
Sí, luchas en la Revolución Libertadora, cuando fueron a librar batalla con Cipriano Castro, quien en mayo de 1899 sale de Los Andes y a su lado va Juan Vicente Gómez y Eleazar López Contreras; inician así La Revolución Liberal Restauradora.
Riera debía parar a Castro por Barquisimeto y mandó al General Sierraalta para detenerlo.  Pero una contraorden lo hizo regresar y esa batalla no se libró. Cipriano Castro entra triunfante a Caracas el 22 de octubre de 1899. La Revolución Libertadora duró hasta 1903.
De haberse realizado este encuentro, El General Juan le gana a Castro y sigue con Riera para Caracas. Entonces no hubiese sido Cipriano Castro quien tumba a Andrade, sino Riera y Papa Juan su mano derecha.
Otra hubiese sido la historia.
Este relato me lo contó papá, que con su memoria y conocimiento de la Historia de Venezuela, hace que no olvidemos a nuestros antepasados y mantengamos viva nuestra identidad.
Jesús Antonio Sierraalta Otero
Caracas, 2002
jesussierraalta@gmail.com

domingo, 19 de junio de 2011

General Juan Bautista Sierraalta Tinoco

PAPA JUAN
 
Así llamaban sus nietos al General Juan Bautista Sierraalta Tinoco, hijo de Carlos Sierraalta Romero y Domitila Tinoco; hermano de Pedro José, Carlos, Leonor, Domitila Eucaris y Blanca Rosa. Se casó con Otilia Tellería Urbina, quien era hija de Esteban Tellería y Carmela Urbina Chirinos.
         De su matrimonio con Otilia nacieron Aníbal, Antonio, Esteban, Carlos, Pedro Benjamín (Tío Mincho), Domitila y Asdrúbal. Antes de su matrimonio Papá Juan tuvo a dos varones: Genaro Ruiz y Alejandro Sierraalta.
         Cuentan que el General era un hombre de temple y sin miedo, con don de mando y de carácter recio; pero sin embargo era familiar y cuidaba de su familia por sobre todas las cosas.
Narra Leon Kock (1943), que Papá Juan se inicia como Capitán en 1874 e inmediatamente pasa a ocupar posiciones relevantes cuando el General Juan Colina se levanta en armas contra Guzmán Blanco. Luego combate al lado del General Gregorio Segundo Riera, por la Revolución Legalista en la Batalla de Barro Blanco, en donde derrota a Diego Colina. Al término de la Revolución Legalista se desempeña como Comandante del Resguardo de La Vela y luego es designado Comandante de Armas cuando el General Gregorio Segundo Riera era Presidente del Estado Falcón.
         Existen muchas anécdotas de Papá Juan; una de ellas se refiere a la cicatriz que mostraba en su cabeza, producto de una celada cerca de Pueblo Nuevo, en donde recibe un machetazo que casi lo mata. Cuenta su nieto Jesús Antonio, que venía desde Pueblo Nuevo hacia San Antonio en compañía de  su hijo Antonio y otros peones. En un recodo del camino lo emboscan y allí recibe la herida, reaccionan y un agresor fallece. Al llegar a la casa y curar la herida reciben la noticia que los agresores vienen hacia San Antonio para vengar la muerte de uno de ellos. El mismo General prepara a los hombres para repeler la embestida y se pone al frente con un fusil listo para disparar. Cuentan que Doña Otilia estaba en una ventana preparada también con una escopeta.
         La narración de este episodio termina cuando los atacantes, al conocer que el General no había muerto  y estaba en pie de guerra optan por retirarse.
         La herida recibida se infectó y tardó mucho en sanar, por ello dejó esa cicatriz que fue símbolo de las virtudes de valentía  y coraje que lo acompañaron durante su vida.
         Recientemente visité su tumba, localizada en la esquina delantera izquierda del Cementerio viejo de Pueblo Nuevo y en su lápida reza la inscripción:
GENERAL
JUAN SIERRAALTA TINOCO
*  6-9 -1850
+ 29-6-1932
RECUERDO DE SUS HIJOS

         El cementerio viejo de Pueblo Nuevo presenta un aspecto dantesco, por decir lo menos. El monte lo ha invadido, solo existen unas estrechas veredas por donde pasar, los nichos están destruidos y muchas tumbas profanadas y saqueadas; quien visita este lugar en donde se encuentran nuestros antepasados lo hace por su propia cuenta y riesgo ya que de seguro te pinchan los cactus y cujies, también existen culebras y ladrones.
         Este cementerio debe declararse Patrimonio Histórico de Paraguaná para ser recuperado en toda su arquitectura original y poder ser visitado no sólo por los descendientes, sino también por interesados en historia, arquitectura y antropología.

Jesús Antonio Sierraalta Otero
Septiembre 2004.

QUECHA es Lucrecia Colina

QUECHA

Desde niño recuerdo siempre el nombre de Quecha. Papá siempre la nombraba y en sus cuentos de San Antonio y Las Piedras, de una manera u otra, estaba ella formando parte de su vida. Pero vale decir que no solo papá la nombraba y la quería muchísimo ya que siempre estaba pendiente de ella sino también todos mis tíos y primos.
            Así, intento hacer un pequeño recuento de su vida para que aquellos que no la conocieron, la tengan presente, ya que forma parte importante de la familia Sierraalta Osorio. 
            Lucrecia Colina, hija de Ubaldo Colina, nace en Paraguaná por el año 1900, de cabellos negros y ojos azules, cuyo padrino es Antonio Sierraalta Tellería, quien al casarse con Doña Felícita Osorio Guadarrama, la llevan a San Antonio para ayudar en los quehaceres de la casa.
            Fue Quecha una gran ayuda para Felícita, tanto así que la ayudó a criar a todos sus hijos, desde Yoya hasta Asdrúbal, así como también a dos muchachitos desnutridos y huérfanos que Don Antonio trajo a casa, uno de ellos de nombre Eudoro.
            Al morir la abuela Felícita y con Asdrúbal muy pequeño, Quecha se queda a cargo de  la  casa de San  Antonio y  es   una gran ayuda y soporte para Antonio en la crianza de todos sus hijos.
            Ya con la familia crecida se mudan a Pueblo Nuevo, en la casa que quedaba en la esquina sur de la plaza y viven allí hasta el nombramiento del abuelo Antonio como Administrador de la Aduana de Las Piedras.
            Así, llegan todos a Las Piedras, en donde viven, estudian y trabajan siempre bajo el cuidado de Quecha.
            Pasan los años, los hijos se casan o se van a estudiar a otros lugares y Antonio se casa con Magdalena Osorio Guadarrama. Para este entonces, regresa Yoya de los Andes y llega a la casa de Las Piedras con todos los muchachos, tal como me lo dice Betty, quien tiene muchas vivencias de esta época.
            Quecha compra una casa en Las Piedras y viven con ella los hermanos solteros: Carmen Otilia, Carmen Rosa y Gilberto. Muere Don Antonio y Magdalena se queda a vivir también en Las Piedras en una casa a unas cuadras de distancia de Quecha.
            La casa de Quecha se convirtió el punto de reunión familiar. Recuerdo cuando con papá viajaba a Las Piedras a visitar a Tío Juan y Tío Cayayo, pasaba a visitar a Quecha y almorzábamos con ella comida típica paraguanera.
            No fuí quien más cerca estuvo de ella, pero Toñito, Eddy, Jesús Francisco y Rolando pasaban las vacaciones en su casa, además de Antonio, Marilú, Ingrid y Carlitos que vivían cerca de ella y todos la consideramos como una abuela; por supuesto que así es, ya que vio nacer a nuestros padres y todos la consideraban como una madre.
            A la muerte de Quecha,  hereda la casa su sobrina Carmen Elina casada con Tillay (Estanislao Chirinos), hija de Martina Colina de Navas (esposa del Compadre Juan, quien fue Corneta en las tropas del General Juan Sierraalta Tinoco) y entonces las morochas y Gilberto se mudan a otra casa en el mismo pueblo.
            Sus restos yacen en el Cementerio viejo de Caja de Agua. (Antonio conoce el sitio).
            Deseo que esta corta historia sirva como recuerdo y homenaje a esta gran mujer, de sonrisa alegre,  con un corazón  que  nos amó a todos y que durante su larga vida así  lo demostró.

Jesús Antonio Sierraalta Otero
Agosto 2004

CUANDO NACIO YOYA SIERRAALTA OSORIO

CUANDO NACIO YOYA


         En una cálida tarde paraguanera, poco tiempo después de haber nacido la primogénita de Antonio Sierraalta Tellería y Felícita Osorio Guadarrama, se encontraban todos  conversando frente a la casa en San Antonio, tal y como lo hacían frecuentemente para recordar las tareas del día y para programar la faena siguiente. De repente y en el ocaso de la tarde, Antonio vé a un hombre que desde la barranca del estanque le hace algunos ademanes para llamar su atención y desaparece. Este hombre, aparece nuevamente sin camisa puesta y le vuelve a llamar con señales para que se le acerque. Precavido siempre, Antonio busca su revólver y se dirige para ver quien esta allí. Al acercarse reconoce a quien lo llama.
-¡ Genaro, qué haces aquí y a esta hora! !    ¡Que pasa!
El hombre que llamaba su atención era nada más y nada menos que Genaro Ruiz, su hermano, quien le dice:
- Antonio, vengo con el viejo..... lo tengo escondido y quiero saber si todo esta bien para que pase a la casa y te vea.
El General Juan Sierraalta Tinoco se encontraba asilado en Aruba, ya que era el Jefe del Estado Mayor del General Gregorio Segundo Riera, durante la Revolución Libertadora y por supuesto  sufría destierro a causa de su oposición al gobierno de Cipriano Castro. Había salido desde la isla en un pequeño bote acompañado de Genaro quien era ya marinero experimentado y que posteriormente sería el dueño de la goleta “La Esperanza”. Desembarcaron en la costa de Paraguaná, seguramente por la zona de Mangle Lloroso o Puerto Escondido. Desde allí, caminaron por veredas y caminos sin ser vistos, hasta llegar al hato San Antonio.
Cuando el General vé a su hijo  le dice:
-Antonio, vengo para conocer a mi nieta.
Luego del abrazo pasaron a la casa. Estaban llenos de heridas debido a su paso por el monte. De inmediato comenzaron a curarlos con aceite caliente para sacarles las espinas de cardones y tunas.
Pidió el General que buscaran al Dr. Gumersindo Torres, médico de Pueblo Nuevo, su gran amigo y compañero de lucha política a favor del General Riera. Su petición fue cumplida de inmediato y salió un peón a caballo con destino al pueblo para traerlo.
Ya casi al amanecer y luego de larga conversación con todos en la casa y con su esposa Otilia Tellería Urbina que vino desde Camoruco, el General parte de nuevo con Genaro Ruiz para tomar el bote que lo llevará de regreso a Aruba.
Por este año de 1905, la situación política de la familia Sierraalta era muy difícil, con su oposición al régimen del gobierno de Castro, el General era uno de los hombres más buscados y de caer preso era casi segura su desaparición. Pero el temple, la valentía y el coraje de Papá Juan, aunado a su afecto familiar y a la lejanía de su entorno, fueron suficientes razones para anteponerse al peligro de muerte que significaba su presencia en tierras venezolanas, en la lucha por el bienestar de su pueblo y de las vivencias de justicia en su terruño.
Un viaje para conocer a su nieta Yoya era razón más que suficiente para arriesgarlo todo. Un ejemplo  que dejó Papá Juan para su familia, el arriesgar la vida para hacer honor a la sucesión.
Esta historia es verdadera, Antonio Sierraalta Tellería se lo contó a sus hijos  para destacar otro aspecto familiar de un gran hombre valiente que trabajó y luchó por su pueblo paraguanero.
Así me lo dijo mi papá Jesús Antonio  y así se lo cuento a todos.

Jesús Antonio Sierraalta Otero

Las Piedras. Paraguaná. Estado Falcon

LAS PIEDRAS


         En las reuniones familiares siempre está presente en nuestras conversaciones los temas relacionados con Paraguaná, sobre todo la genealogía de los Sierraalta, los cuentos de Pueblo Nuevo, San Antonio y sus vecindades.
         En reciente reunión con Toñito Ledezma Sierraalta y Antonio Sierraalta Leañez, recordamos las vivencias en los tiempos vividos en Las Piedras y creo que es justo hacer una breve narración de este pequeño pueblo paraguanero que sin lugar a dudas nos trae muchos recuerdos a toda la familia.
         ¿Por qué Las Piedras?
         Antonio Sierraalta Tellería se muda con su familia desde Pueblo Nuevo y se establece en Las Piedras, quizás por la cercanía con su trabajo en la Aduana de las Piedras por el año de 1939, ya casado en segundas nupcias  con Magdalena Osorio Guadarrama, en compañía de sus hijos y por supuesto de Quecha.
         A la muerte de mi abuelo Antonio, Magdalena se muda a otra casa y Quecha se queda en esta casa que al correr del tiempo es la casa de Carmen Rosa, Carmen Otilia y Gilberto.
                Las Piedras toma tanto auge que en 1932 se construye la iglesia y los aderechados de Cerro Atravesao y Taparo construyen allí sus casas. A finales de los años 40 se puede decir que era un pueblo conocido y próspero, con su puerto, aduana con las petroleras Shell y Creole en pleno apogeo.
         Tío Juan y Tío Cayayo se casan y compran casa también en Las Piedras, sin olvidar a Chucho Sierraalta con Olga y sus hijos, a  Leonardo Gómez casado con Teresita Osorio y  a Luis Galavís con Digna y sus hijos, Luis Reingruber con su esposa e hijo, Angela Ninfa Del Ciervo, entre otros habitantes que trataremos de recordar.
                   Tía Yoya se casa con Darío Romero y luego de unos años viviendo en Mérida se establecen aquí en las Piedras.
         Entonces para este relato voy a transmitir las vivencias de mis primos que vivían allí, así como también los que pasaban vacaciones. Pues esta cuerdita tiene muchos cuentos.   
Jesus Antonio Sierraalta Otero

El Almacén de La Florida

EL ALMACEN DE LA FLORIDA


         Papá a los once años de edad  hacia rifas para ganar algún dinero y así comprarse alguna ropa en el almacén de La Florida, cuyos dueños eran Lulio y Salustio Sierraalta, hijos de Telasco.
         Me cuenta que una vez compró un frasco de agua de olor y otra vez un  anillo para rifarlo a un bolívar el número. Fue a Buenevara y vendió en la bodega donde jugaban dados casi todos los números; con tan buena suerte que no lo ganó nadie. Así que volvió a rifar el anillo y esta vez sí colocó toda la tickera. Hasta Papá Juan le compró uno y fué el que resulto ganador. Cuando le dió la noticia le dijo que se lo regalaba. Así que el  anillo tiene su historia.
         Pues bien, con la ganancia de la rifa se fue hasta el almacén de la Florida. Era la tienda mas grande de los alrededores de Pueblo Nuevo, el otro gran almacén quedaba en Adícora, se llamaba Sierraalta Hermanos y otro cuyo dueño era Faustino Riera y Cesar Sequera lo ayudaba,  también había otro llamado La Casa Bocardo.
         Los dueños de estos almacenes eran considerados personas de dinero; de manera que Lulio y Salustio eran personas muy respetadas y hombres de negocio. El almacén quedaba justo en La Florida y según me dice papá era grandísimo. Tenía gran cantidad y variedad de zapatos, telas a montón, víveres y mercancía en general.
         Uno de los grandes negocios de Lulio y Salustio era la compra y venta de boñiga (cagarrutas de chivo), cuyo centro de acopio era a un lado del almacén, de allí la llevaban hasta Adícora para ser vendida a  Mr. Fox quien la embarcaba hacia el exterior y quien por cierto dejó de pagar gran cantidad de dinero, o sea se fue con la cabuya en la pata.

          También vendían sábila para ser exportada vía Adícora. El negocio era muy próspero. Es  de recordar que la compra venta de estos productos era de gran credibilidad en el medio, ya que los recibos que se daban en pago eran considerados como dinero efectivo, pues  eran aceptados en trueque o en efectivo entre los comerciantes  de la región como si fueran cheques al  portador.
         Tan buen negocio era la venta de boñiga  que cuando León Jurado era Presidente del Estado Falcón se le ocurrió competir en la venta de este abono orgánico. Así que con todo el poder que tenia y con las facilidades de transporte que poseía acaparó el mercado y las ventas de la Florida disminuyeron considerablemente. Así comenzó la decadencia del almacén, hasta llegar a desavenencias entre Lulio y Salustio que terminaron por cerrar el negocio.  Sin embargo, Lulio tuvo un almacen llamado La Sirena.
         Esta historia forma parte de la vida en Paraguaná por el año de 1924, así me lo contó mi padre Jesús Antonio Sierraalta Osorio para que sus recuerdos no quedaran en el olvido.

Jesús Antonio Sierraalta Otero